CUANDO, al dar las 12, echó Cenicienta a correr escaleras abajo como una posesa, aquel ridículo zapatito de cristal se hizo añicos, trayéndole como consecuencia el punto y final de su apresurada huida, así como un doloroso esguince de tobillo y hematomas varios repartidos a lo largo y ancho de toda su exquisita geografía. Roto el hechizo, Cenicienta, pese a los trapitos de Zara mudados de nuevo en sucios harapos, lucía más hermosa que nunca; quizá el motivo estuviese en aquel rictus de enojo que le anegaba el rostro al pensar en la descomunal tacañería de la que había hecho gala el hada madrina.
Ja! Me siento identificada con Cenicienta quizás son los trapitos de Zara.
ResponderEliminarTe abrazo corazón de escarcha.
M.
El hábito no hace al monje :-)
ResponderEliminartrapitos o modelitos...
Besos Rafa