domingo, 10 de octubre de 2010

Todo a 100

CUANDO, al dar las 12, echó Cenicienta a correr escaleras abajo como una posesa, aquel ridículo zapatito de cristal se hizo añicos, trayéndole como consecuencia el punto y final de su apresurada huida, así como un doloroso esguince de tobillo y hematomas varios repartidos a lo largo y ancho de toda su exquisita geografía. Roto el hechizo, Cenicienta, pese a los trapitos de Zara mudados de nuevo en sucios harapos, lucía más hermosa que nunca; quizá el motivo estuviese en aquel rictus de enojo que le anegaba el rostro al pensar en la descomunal tacañería de la que había hecho gala el hada madrina.

2 comentarios:

  1. Ja! Me siento identificada con Cenicienta quizás son los trapitos de Zara.


    Te abrazo corazón de escarcha.


    M.

    ResponderEliminar
  2. El hábito no hace al monje :-)
    trapitos o modelitos...
    Besos Rafa

    ResponderEliminar