PEDRO Pi, afamado matemático y teólogo durante el día y crápula y jugador empedernido tras el ocaso, achacaba su mala fortuna a una suerte de indisoluble aleación entre el destino y las férreas reglas de la probabilística. Hasta aquella ocasión en la que, tras tirar los dados, uno de ellos, desafiante, mostró en una de sus caras laterales un imprevisible as de diamantes.
La suerte ahce su julio...un abrazo.
ResponderEliminarFenomenal...
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