PUDRIÉNDOTE en la ausencia prematura que inhuma tus recuerdos desmembrados, no hay paz en tu epitafio; atónito heredero de tu canto, invoca mi cadáver tu memoria, a golpes, arañando. Ajenos al descanso nos miramos; tú, estrella silenciada; yo, mudo en la impotencia, fiel eco de tu espanto.
No hay poemas a la muerte, porque todo poema es la muerte. No hay poemas a la ausencia o a la evocación, porque todo poema es ausencia y evocación. No hay poema para el silencio, porque todo poema es silencio. Hay que decir el silencio.
ResponderEliminarQuedo ceñida a tu prosa, dolorosamente magnífica, sublime y, desde ella, te abrazo, Isa
Maldito seas
ResponderEliminarinvento
sólo te pedí
una despedida
a Tiempo.
Un saludo, León.