jueves, 5 de marzo de 2009
Carta lacrada
Se agosta la cuartilla, inane y virgen,
Su blanco, amarillento por la espera,
Tiñéndose del negro de un silencio
Que ulula, inmarcesible, deshojando
Los lazos de la tinta y de la sangre.
Igual que una Babel abandonada
Sepultan sus vestigios las cenizas
Y el polvo de lo nunca mencionado
Por miedo a hacer espada del lenguaje.
Mas ¿quién descifra el verbo cercenado?,
La carta nunca escrita ¿quién la entiende?,
¿No es fiera guillotina lo callado?,
¿Acaso no es, de espinos y estiletes,
Origen la palabra hecha jirones?
No he de escribir los versos más tristes esta noche;
Se torna con el tiempo, el firmamento,
Más negro igual que el canto degollado,
Y el verso más amargo siempre queda
Hiriendo como alfanje en la garganta.
(Los lúgubres espectros que perdieron
Su fatua identidad contra el destiempo
Cantando sin destino ni remite,
Están faltos de lengua y calendario).
Sin firma que poner a pie de página
Ni fecha que datar, sin tiempo en ciernes,
Se agosta la cuartilla entre tinieblas,
Sumando su silencio al del olvido.
Vaya, cuanta intensidad.
ResponderEliminarEstuve por tu otro lugar, y las alas son preciosas.
Besitos.
Qué triste lo no escrito...tanto como lo no vivido.
ResponderEliminarSaludos.
Si alguien puede transformar en poesía la palabra oxidada en el olvido, ajena al tiempo y condenada a la imposibilidad de ser gritada con una pluma, merece llamarse maestro. Lo sos.
ResponderEliminarBesos