Aljaraque, 27 de enero de 2009
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
un ensueño, una ficción;
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.
Pedro Calderón de la Barca
Hoy me trae aquí una enorme responsabilidad, pero también una gran ilusión: la de presentar en público el libro de un amigo. Un libro de relatos al que, para tal liturgia, le son más propicias que otras, estas horas que suceden al ocaso. Y se lo son más que otras porque, en sus páginas, nos introduce de lleno en el recóndito mundo de los sueños y sus innumerables perfiles. Los sueños, esas fantasías necesarias que habitualmente se desarrollan en el ambiguo territorio que toma cuerpo envuelto por las penumbras tanto de la noche, como del subconsciente.
“El perfil de los sueños”, una inquietante aventura onírica de Paco Huelva que a nadie habrá de dejar indiferente.
En "La insoportable levedad del ser", un profundo y bello ensayo novelado acerca del amor, las emociones y la vida, su autor, Milan Kundera, nos refiere:
"El sueño no es sólo un mensaje (eventualmente un mensaje cifrado), sino también una actividad estética, un juego de la imaginación que representa un valor en sí mismo. El sueño es una prueba de que la fantasía, la ensoñación referida a lo que no ha sucedido, es una de las más profundas necesidades del hombre".
Una necesidad, ésta de la que nos habla Kundera, que, por el misterio y la magia que suelen acompañarla, nunca ha dejado de estar presente en el devenir del ser humano, habiendo sido siempre parte destacada de su acervo cultural. Y, ello, desde las primitivas sociedades prehistóricas, donde ya incluso comenzó a atribuírsele un carácter profético, hasta nuestro tecnificado mundo de las tecnologías de la información y la comunicación, en las que la realidad virtual que las preside se nos muestra muy a menudo, por no decir casi siempre, impregnada por ese carácter evanescente propio de lo onírico.
Y, cómo no, los sueños, en el contexto de ese devenir cultural, han estado en todo momento estrechamente relacionados con todas y cada una de las disciplinas artísticas y, entre ellas, con la literatura. Sueños fecundos y, tal y como nos dice Kundera, necesarios, que han sido parte destacada y hasta simiente de un número incontable de obras literarias, tanto en el género poético como en el de la narrativa. Como en “El perfil de los sueños”, esta sucesión onírica de relatos breves que, imaginados por Paco Huelva, nos ocupan esta noche.
Porque hay soñadores para los que, a esa necesidad vital intrínseca inherente al hecho de soñar, por otra parte ya suficientemente probada por la investigación y experimentación científica, se une otra necesidad tan importante o más, si cabe: la de expresar, poner en orden y dar a conocer esos sueños. Soñadores para los que el ensueño adquiere la condición de elemento primigenio, el carácter de caldo de cultivo en cuyas profundidades, en cópula orgiástica y sublime con la creatividad, es engendrada la obra literaria y sus personajes, entes, que pese a morar los etéreos parajes de la ficción, no dejan de ser seres vivos. Como Griego, ese personaje que, en “El tecolote mexicano”, ya cansado de “estar aprisionado en las páginas de un libro”, decide presentarse ante su creador, Paco Huelva, para mostrarle que “la realidad y la ficción son elementos parejos y necesarios para andar por la vida” y lo difusas que resultan las fronteras entre lo cierto y lo soñado.
Quizá uno de los ejemplos más espectaculares y paradigmáticos de esta facultad de los sueños como germen de la ficción literaria, sea el acontecido en relación con una de las obras más inquietantes y geniales de toda la literatura universal: “El Extraño Caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde”, de Robert Louis Stevenson.
Al parecer, en la etapa creativa en la que surgió esta, sin duda impresionante, novela psicológica, el pensamiento de Stevenson se hallaba obsesionado en torno a la idea de la dualidad del bien y del mal, siempre presente en el ser humano, y en como llegar a plasmarla por escrito en una obra de ficción. Y en uno de sus ensueños encontró las claves necesarias.
Así, la señora Stivenson llegó a referir al respecto:
"A altas horas de la mañana fui despertada por gritos de horror de Louis. Pensando que tenía una pesadilla le desperté. Él me dijo furioso ¿por qué me has despertado? Estaba soñando un dulce cuento de terror”; dulce cuento de terror que dio a Stevenson la idea para varias de las escenas que componen “El Extraño Caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde”.
¡Qué no darían muchos creadores por experimentar la angustia de una pesadilla semejante! Y no sólo por tal cosa, sino también por ser capaces de gobernar sus sueños. Porque tomar las riendas de un ensueño no es ninguna quimera, sino algo, no solo posible, sino que sucede en determinadas ocasiones. Son los sueños denominados lúcidos, aquellos en los el soñador es consciente de estar soñando. Un tipo de sueño que puede acontecer de forma espontánea o ser inducido mediante determinadas prácticas, y en el que los soñadores más experimentados son capaces de conducir sus sueños casi a voluntad, viendo cumplidos en ellos, a lomos del alado corcel de la fantasía, sus más utópicos deseos.
Los soñadores que experimentan este tipo de sueños, ya sea de manera espontánea, ya inducida, son conocidos como onironautas. Onironautas, navegantes del ensueño; ¿es posible imaginar un mar más fructífero y sugerente para la singladura de cualquier creador?
Aunque, tal vez, un creador no sea más –ni menos- que un onironauta que ha aprendido a soñar despierto y que encuentra, en el prodigioso territorio del ensueño, inspiración y cobijo. Si es así, Paco Huelva debe ser uno de ellos, un acérrimo navegante del mar de los sueños buscando hacer fructificar en sus aguas, pródiga a la palabra.
En relación con la idea del ensueño como campo de labranza en el que hacer germinar a la palabra, Alejandra Pizarnik –la genial e inimitable poeta argentina malograda prematuramente para desdicha de la lírica- nos dejó dicho en sus versos:
El sueño es una región abandonada
o por lo menos disponible
para la entrada necesaria del verbo.
Pizarnik, noctívaga e insomne onironauta del mar de los ensueños que nunca concibió la vida lejos de sus feraces aguas. Y que así lo dejó también plasmado en un poema, tan intenso y espléndido como breve, al que dio el título de “El corazón de lo que existe”.
no me entregues
tristísima medianoche
al impuro mediodía blanco.
Un lamento, una súplica, quizá una blasfemia a gritos de alguien que, por muy tristes que, en su desvelo, pudieran llegar a ser sus sueños, y por muy amargas que fuesen las criaturas a las que daba a luz en su fecundo proceso creativo, amaba, sin duda, perderse en mitad de la noche en cuerpo y alma. Y que, al mismo tiempo, sentía un pánico brutal a que con la amanecida, ese espacio de sombras que, paradójicamente, para ella emergía con el sol dominando los cielos, apareciese el fantasma de la realidad desolada que la abrumaba devastando sus sueños. Porque, como también nos dijo Roberto Juarroz en uno de los poemas de su “Poesía vertical”,
El congregado gesto con que sueño
la cuota irremediable de mis miedos
sabe que el sueño suficiente de una cosa
es su único nombre verdadero.
Desafortunadamente Pizarnik, al igual que Alfonsina, Silvia Plath, Antonin Artaud, Cesare Pavese, Marina Tsvetaeva o, entre otros muchos, José Agustín Goytisolo, quizá ya hastiada de recibir a ese fantasma, o pudiera ser también que ávida por ir a la búsqueda de poemas nuevos, y con su alma requebrada por una voz antigua de viento y de sal reclamándola, decidió marcharse prematuramente un día aciago hacia un sueño incierto y desconocido; el ultimo sueño.
Se equivocó. Se equivocó porque ese es un sueño vacío de sueños que más tarde o más temprano a todos nos aguarda. Y, hasta su llegada, qué mejor que seguir soñando pese a la aurora cegadora; qué mejor que aferrarse a los sueños por muy acerados que se puedan llegar a mostrar sus perfiles, qué mejor que seguir jugando a ser deidad omnipotente, creadora del cielo y de la tierra en ese espacio ficticio, pero plagado de vitalidad y hermosura, de las letras.
Porque el creador, siempre y cuando la humildad se cuente entre sus virtudes, también, a su manera, es un dios. Aunque nunca haya habido dioses verdaderos, aunque sólo se trate de una deidad efímera que se daría por satisfecha con que durante algún tiempo le sobreviviese su obra. Augusto Monterroso nos dijo:
“Dios todavía no ha creado el mundo; sólo está imaginándolo, como entre sueños. Por eso el Mundo es perfecto. Pero confuso”.
Como la Fábula de Píramo y Tisbe de Góngora, como la Gioconda y su indescifrable sonrisa, como el Concierto para oboe en Re menor de Benedetto Marcello, como Notre Dame asomándose al Sena, como Saturno devorando a sus hijos, como la Danza de los cisnes, como El rapto de Proserpina de Bernini, como La Belle de Jour de Buñuel, como los sueños y sus infinitos perfiles… Porque, entre otras muchas cosas, los sueños son, y tomo para definirlos algunas de las palabras que dan título a los relatos contenidos en este “Perfil de los sueños”,
Amor, señales, confusión, utópica
Felicidad, caminos paralelos,
Locura, madrugadas, añoranza,
Vencejos, obsesión, descubrimiento,
Sospecha, soledad, íntimo grito,
Quimera, miedo, tránsito, mujer
Desconocida, a veces citación,
Impotencia, invasión, amante, el fuego,
El sustento, el olvido, soledad
Y esperanza, cuestiones
Inexplicables…
Así que, como Paco Huelva, nunca dejen de soñar ni traten de hacerlo como Alejandra Pizarnik en su último sueño. Por si aquellos versos de Calderón estuviesen en lo cierto.
El perfil de los sueños y Paco Huelva, un soñador que siempre encara la vida de frente y con mente y brazos abiertos.
¿Dejar de soñar? ¿Pero se puede?
ResponderEliminarUn besazo, Rafa, Paco.
Ese libro, que siga volando alto.
Rafa, ¿pero no fue ya la presentación del libro? Creía que sí.
ResponderEliminarPor cierto, tal como lo cuentas, tiene una "pinta" estupenda...
Me ha encantado la definición de "soñador"; me apunto a ella, aunque aveces, ya sabes, se me quitan las ganas de soñar; y sí una pena que alguno/as no abandonaran tan pronto, y no dejaran con su silencio, el silencio de sus letras y que se apoderó de su último sueño.
Besos mi poeta y tu amigo Paco también.
Siendo una noctámbula irremediable, (casi búho) y una onironauta acerríma, luego de leer tu genial introducción siento que tengo una cita impostergable con "El perfil de los sueños". Por cierto, Pizarnik, una maga inigualable.
ResponderEliminarGracias por el vuelo, mi alma se expande cada vez que te leo. ¡Un besote!
Bueno, el autor y amigo estara que se sube por las paredes con tu articulo, elegia, loa,y no se cuantas mas cosas. Me lo apunto en la lista de libros a encontrar y leer.
ResponderEliminarUn abrazo.
El libro de Paco un verdadero tesoro donde sumergirse y explorar.
ResponderEliminarLas palabras del amigo: elegante joya, Oda a la creatividad y la ensoñación.
¡Felicidades a los dos !
No había visto este post. No se en qué lugar del cuerpo tengo la cabeza, en fin, un besote para tod@s.
ResponderEliminarGracias nuevamente, amigo Rafa.