No me arrebates
La fe en tu Milagro.
Sabes
Que nunca he creído en los dioses
Y que jamás, por tanto,
Me serán otorgados sus favores.
Nada habrás de temer, por consiguiente,
Dejando que a los pies de tus Altares
Entone la sedienta letanía
Que te ruega me acojas
En tu Gloria:
Nunca tu Reino
Será de mi mundo.
Mas deja que hasta el fin de la jornada,
Cuando el ocaso con su negro manto,
Caiga certificando la Quimera
De mis vanas y absurdas esperanzas,
Mantenga mi creencia en el Prodigio
De tus Brazos abriéndome las Puertas
Que llevan al calor y a la dulzura
De tu ansiado Celeste.
El dios que vive fuera de ti. El dios que vive dentro de mí. Tú adoras en el otro. Yo entiendo que el otro emerge de mí.
ResponderEliminarTal vez las teorías no son relevantes.
Basta un poco de alegría y esperanza. Sobrevivir. Vivir.
Curro el palmo... el empecinado. Había, sin duda, otras mercedes a las que habría podido amar si hubiera permitido que el momento no se detuviera en un punto de su corazón.
Besos, querido poeta
Maravilla de poema, la esperanza, es lo último que se pierde, hay que vivir con ella, y ya sabes lo que te dije; tienes que hacerlo mucho.
ResponderEliminarBesos sabatinos
De verdad, que bonito.
ResponderEliminarComo siempre, la fe será siempre la que mueva la montaña.
Me gusto una barbaridad :)
Buen domingo... o final de domingo ya a esta hora.
Besos.