penetrando sin estirpe la memoria
-mazmorra de gemidos rogando el desenlace
sobre un túmulo de cenizas y silencio-
cuando la noche,
insomne,
se espesa en el tumulto del viento
y las estrellas,
marchitas,
se acogen a una niebla recóndita
y a sus miradas,
turbias,
lamiendo el ácido espejismo
de su inútil y frágil existencia.
24 de julio de 2006
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