Sus palabras, por no herirla, y aunque hubiera terminado marcándola de profundas cicatrices, a menudo no fueron sinceras. Tras perderla para siempre, inundó su corazón una profunda tristeza. Pero la seguía amando y por nada del mundo quería permitirse que ella supiese de su amargura cuando, a pesar de la distancia que se había interpuesto entre sus almas, la tenía cerca. Y callaba, sabedor de que ella había terminado conociendo todas las claves de su lenguaje. Pero sus ojos nunca sirvieron para la mentira. Y los quemó con lejía.
AUTOMUTILACIÓN.
ResponderEliminar¿Que tiene de positiva esa conducta?
Salvo ... salvo que sea un paso necesario para la metamorfosis.
Abrazos, sin lejía. PAQUITA
Yo pienso que sería deseable que sus ojos se dispusieran a mirarla, límpios, sinceros, transparentes, sin miedo.... el agua salina los ha lavado, y ahora, estrenan un nuevo brillo, y reflejan ese azul intenso de las aguas de esa exclusiva isla....
ResponderEliminarUn abrazo para ¿un naúfrago?
Bueno, Paquita, ya sabes que yo soy muy metafórico escribiendo. ¿Lo positivo? Evitar transmitir su tristeza al ser querido, algo muy difídil de conseguir aun cegando la mirada.
ResponderEliminar"Desde el silencio", creo que tienes razón, pero, a veces, lo razonable, es lo menos posible. Más que naufrago Robinsón a la espera de un barco para reiniciar la singladura.
Abrazos. Rafa.
¡Yo! que siento parecido a tí ,
ResponderEliminarsigo viviendo en este mundo de sombra y luz,de alegrias y tristezas,esperando renacer un día de mis propias cenizas.
Luchando, siempre luchando,
y por fín llegará el día en que serás feliz..y verás la luz en otros ojos.
Eres muy bueno escribiendo.
trsmites muy bien. Gracias
Sus palabras.... mentiras
ResponderEliminarSus ojos... sinceros
Su alma?? llena de tanto miedo de perderla que.. al final.. la (se)perdió.
Realmente ¿la amó?
Lalola
Espero que así sea y renazcas, anomimo.
ResponderEliminarLalola, buena pregunta, pero de difícil respuesta, en estos asuntos no se puede afirmar ni negar nada genéricamente, cada caso tiene sus particularidades. De todos modos, yo creo -sin seguridad, pues nadie puede conocer todos los detalles de las historias que relata- que la amó. Después, cuando perdío su amor propio, puede que ya no la amase - al menos en ese significado del amor como entrega-; quien pierde su amor propio difícilmente puede amar a los demás. Pero quién padece esa afección del espíritu no es o no quiere ser consciente de que su amor se ha perdido o ha cambiado, y sufre un permanente espanto de melancolía y congoja; y alza sus brazos ciegos sin cesar, buscando una mano amiga para asirse a ella e intentar escapar del abismo; pero en el pretil del pozo, normalmente, sólo quedan ya muñones de odio o indiferencia, amputadas las esperanzas y el cariño por los zarpazos del amor ciego desde la ciénaga.
Abrazos.