Ante la nueva crisis económica que afirman se nos avecina, legiones de zombis mediáticos reclaman la configuración en España de un gobierno estable como elemento imprescindible para frenarla; que mire usted que volvemos a estar en campaña electoral y hay que hacer parte del juego sucio a las formaciones políticas mal llamadas constitucionalistas —porque es de suponer que, con lo de estable, se vienen a referir a un gobierno dispuesto, en señal de sumisión y vasallaje, a postrarse de hinojos a los pies de la CEOE y el IBEX 35.
Un gobierno estable como bálsamo de Fierabrás en estos tiempos convulsos de manipulación y tocomocho, eso limosnean como almas que se llevase el diablo —el cual, como es sabido, tiene fijada su residencia en el número 1 de la Plaza de la Lealtad en Madrid.
¿Pues no habíamos quedado en que, en el contexto de nuestras amordazadas y maniatadas democracias representativas del divino occidente, los ciudadanos debíamos, con fe sorda, muda y ciega, confiar en el taumatúrgico poder autorregulador de los mercados? Menudo contubernio entre oscuros intereses económicos e ideologías espurias el que hay montado en la Una, Grande y Libre y casi la totalidad del resto del mundo. Lo llaman libertad, pero no es más que libertinaje perpetrado con premeditación, ensañamiento y alevosía.
Tal vez haya llegado el momento, tras una concienzuda formación previa en valores humanos hacia la plena empatía, de comenzar a confiar en el poder autorregulador y autogestionado de las personas.
Un gobierno estable como bálsamo de Fierabrás en estos tiempos convulsos de manipulación y tocomocho, eso limosnean como almas que se llevase el diablo —el cual, como es sabido, tiene fijada su residencia en el número 1 de la Plaza de la Lealtad en Madrid.
¿Pues no habíamos quedado en que, en el contexto de nuestras amordazadas y maniatadas democracias representativas del divino occidente, los ciudadanos debíamos, con fe sorda, muda y ciega, confiar en el taumatúrgico poder autorregulador de los mercados? Menudo contubernio entre oscuros intereses económicos e ideologías espurias el que hay montado en la Una, Grande y Libre y casi la totalidad del resto del mundo. Lo llaman libertad, pero no es más que libertinaje perpetrado con premeditación, ensañamiento y alevosía.
Tal vez haya llegado el momento, tras una concienzuda formación previa en valores humanos hacia la plena empatía, de comenzar a confiar en el poder autorregulador y autogestionado de las personas.
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