jueves, 10 de octubre de 2019
El miedo
Este mundo funciona
de acuerdo con ley.
No es una ley cualquiera,
es la ley del más fuerte.
Sus formas son diversas
en función del contexto
—según lo que convenga
más en tiempo y espacio
a la horda de voraces
que cuentan en su haber
con el poder omnímodo
de devorarlo todo,
con el poder que otorga
desatar a placer
el miedo como plaga.
Observa como muerden
y engullen con sus fauces
sin rostro la esperanza
de este y aquel, los otros,
de aquellos que contemplan
a través de tus ojos
el último estertor
de su mundo cayendo
al abismo, ese mundo
diminuto y oscuro
que pudo ser Vía Láctea
o una célula simple
en mitad del océano.
No has movido ni un dedo
para enfrentarte al caos.
No cabría un reproche,
pese a lo cual has sido
sentenciado; ya es tarde.
¿Tú condena? Por mucho
que hagas por ocultarte,
más temprano que tarde
acabarán tragándote
y escupiendo tus huesos
al yermo plateado
por la luz moribunda
de la luna menguante.
La condena de los poderosos al trabajador autónomo es que pague eternamente por adelantado el IVA.
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