Mientras nos manifestábamos festiva y pacíficamente con la pueril esperanza de alcanzar a hacer recapacitar a los grandes responsables de la emergencia climática, en algún lugar ultrasecreto de Noruega, Canadá, Chile o Australia, estos supervisaban la construcción de sofisticados y lujosos vivács equipados para siglos y más siglos de inmerecida supervivencia para ellos y sus futuras generaciones de bastardos. Y no, no era su plan B.
Como decían los manifestantes, no hay Planeta B donde mudarnos
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