miércoles, 25 de septiembre de 2019

La Grande Bouffe


(Emergencia, ¿qué emergencia?)

No hemos dado importancia
alguna a las señales
de alerta, no hemos dado
crédito a los informes
científicos y ahora,
cuando la cuenta atrás
ha concluido con creces,
para qué declarar una emergencia,
¡menuda tontería!
Lo mejor que podemos
hacer a estas alturas
es comer como cerdos,
engordar como cerdos,
fornicar como cerdos, ser promiscuos
hasta la gonorrea,
y sudar como humanos,
que los cerdos no sudan
jamás, alma de cántaro.
Pues, hala, a revolcarnos
en nuestras propias heces
y orines que esto ya,
40 y muchos grados a la sombra
y subiendo, no hay Dios
que lo aguante. Hemos sido
durante mucho tiempo
la rana en el caldero, "qué buen tiempo
en pleno mes de enero,
si hasta dan ganas de pegarse
un baño en el Atlántico
para después tumbarse
al sol del mediodía
y echar sobre la arena 
tibia un polvo indiscreto."
Pero en ese paraíso
ficticio no esperábamos
—cerrábamos los ojos
obviando lo evidente—
que, llegando el verano,
el sur fuese este infierno
donde los bosques arden
como insaciables piras
funerarias a orillas
de los cauces resecos
que, a final de septiembre,
se mudan en océanos
procelosos llevándose
a su paso violento
la vida y las haciendas
de los hombres. Dejémonos
de milongas, no hay nada
que ya se pueda hacer,
salvo comer, follar y revolcarnos,
como cerdos que somos,
en el lodo y así
acortar la agonía
que nos lleva al cadalso;
porque pronto esta sarna
con gusto que hoy no pica,
picará de lo lindo
y no habrá alivio alguno
por más que nos rasquemos.
Este chollo se acaba
y será doloroso:
comed, follad, malditos,
sin tregua hasta estallar
más temprano que tarde
como un saco de mierda.

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