sábado, 7 de septiembre de 2019

El cementerio marino


Europa entona un cántico
fúnebre como hicieron
las sirenas con voz
de iceberg que acecharon
a Odiseo en su periplo.
En el Mediterráneo,
Mare Mortum, naufraga
un Titanic, al menos,
de africanos al año.
Pobres diablos que se echan
ligeros de equipaje
al mar aun proceloso,
más que en pos de esos cánticos,
ansiando huir del fruto
deletéreo —la guerra,
el hambre, la miseria—
que el colono europeo
lleva siglos sembrando.
Y en lugar de acudir
en su auxilio, la Unión
Europea, impasible,
los termina de hundir
en la inmisericorde
e ignominiosa fosa
común del Mare Nostrum
—mar hurtado— lanzándoles
torpedos —¡fuego el uno!—
genocidas armados
de egoísmo e indolencia.


Ilustración: Martirena.

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