domingo, 4 de agosto de 2019

Sin eco


Un eco con la fuerza
de mil truenos, qué digo,
de millones de truenos,
retumba y amenaza
con dar paso al galope
postrero del caballo
de Átila y de las cuádrigas.
Ciegos como murciélagos
hacemos oídos sordos
a las siete trompetas
que han de quebrar los tímpanos
del eslabón podrido
en su última alborada.
Un eco —eco-no-mía,
tuya ni nuestra, de ellos,
de los perros cerberos
que ladran como súcubos
siempre ajenos al eco
de lo eco y de la lógica—
se desata y desboca
y nos ata y acalla
y mueren los 'murciégoslos'
sordociegos lanzando
desnortados al caos
sus agudos chillidos
sin eco alguno ni ases
ocultos en la manga.
Murciélago: ratón
ciego. Con alas negras.
¿Y por qué este ratón
en cola de león
ya no vuela y, si lo hace,
se termina estrellando
contra los muros-tumba
del capital-cloaca
letal: Eco-Caos-Θάνατος?
Apenas quedan ya
gorriones en el cielo.
Fin de Batman Begins
disfrutando en biquini
de este caos, estos cánticos
eco sin de sirenas
que nos traen de cabeza.
"Duerme, duerme, negrito",
que Manuel —el de Amanda—,
como muchos, qué digo,
como todos, jamás
podrá ya oír la sirena
que llama a los obreros
de regreso a la fábrica
—letal eco sin lógica
invocando al caos-Θάνατος.

 
(De la aceleración exponencial de la entropía y otras cabronadas propias del capitalismo: un microensayo sin pies de cabeza, perpetrado en versos de mierda.)

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