viernes, 16 de agosto de 2019
El Rey
(Ópera bufa)
Esta noche he soñado
con la ciudad de Ilión
comida por las llamas,
un caballo traidor
y Aquiles, travestido,
acatándo las órdenes
de Odiseo el cobarde
—surcos de sal y miedo.
Y entre el humo y la sangre
cegando mis sentidos,
he buscado la luz
—quién no la buscaría—
de los ojos sin par
de la sin par Helena.
Y he hallado sólo sombras
chinescas. Tercer acto:
Paris asesinando
a Aquiles por la espalda.
Tras el fuego, el saqueo
perpetrado a destajo
por los impíos aqueos.
Consternado por tanta
y sangrienta masacre
y con lágrimas negras
mamando desde el último
rincón de las entrañas,
infringiendo el guïón
he cantado con voz
de solista tenor
"Oh, Troya, pobre Troya".
Y el coro —cómo molan
los ripios operísticos—,
todos sus integrantes
a la par, al unísono,
ha dado en responderme
"Agárranos la polla".
¡Joder, un coro mixto!
Cae el telón sin dejar
paso a los teloneros:
el Coro del Ejército
Rojo de cuando la URSS
aún era el contrapunto
al saqueo, la codicia
de la Alianza Atlántica,
gendarme, juez, fiscal
y parte de Occidente.
Epílogo: Penélope,
con tacón y valija
diplomática en tono
marrón —¡vaya un marrón!—
sacando del teatro
de forma clandestina
una bandera blanca
que nunca destejió,
y sabiendo que nunca
podrá ya regresar
a las playas de Ítaca,
ni oír un rock & roll
en vivo y en directo
en la voz de Elvis Presley.
Ilustración: Helena y Paris, por Jacques-Louis David.
Empieza bien, luego entran los alucinógenos y Helena se va a escuchar tu concierto intimo de rock roll
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