jueves, 22 de agosto de 2019

Casilla 58



(Pa' tu culo mi bizcocho)

Nunca será lo mismo
hallarse al borde mismo del abismo
que andar sobre las aguas:
jamás una gaviota voló en vano.
Pero, en el vertedero,
las cigüeñas imponen
el orden y la ley de los más fuertes.
Nadie vendrá a salvarnos
el día en que, al ocaso,
resuene el reggaetón
del fin del mundo y arda
Troya como si fuese
un monte repoblado
de pinos y eucaliptos
y falto de limpieza.
"Permitid que las cabras
vengan de nuevo a mí",
dejó escrito un profeta
de Gea. O un poeta,
quizá fuese un poeta
con fe en la religión
única y verdadera:
la que tiene por diosa
a Pachamama. Ahora,
las puertas de las cloacas,
abiertas en canal como las víctimas
de Jack, ese asesino
múltiple que se fue
de rositas en Londres,
son un 'ancha es Castilla',
y los demonios campan
a sus anchas en fábricas
de espanto y en despachos
públicos y privados.
Son demonios con cara
de polla y el hocico
de rata con cabeza
de león con corona
de pus. Quiero decir
que han dado vacaciones
a Cerbero dejando
sin vigilancia alguna
las puertas giratorias del infierno.
Nos vamos al carajo
por nuestra fe suicida
y ciega en dioses falsos:
Democracia, Progreso,
Reloj —maldito Cronos—
digital, Plusvalía
y etcétera. No hay nada
que podamos hacer:
jugamos a la oca
—Oh, ca... capitalismo—
y estamos todos muertos.

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