sábado, 6 de julio de 2019

Manadas y australopitecos


No se halla entre nosotros,
entre aquellas y aquellos
que las creemos, ese
gen enfermo que afirman
lleva a considerar
víctimas de primera
y segunda según
el color de la piel
del agresor. Son ellos,
misóginos, racistas
y homófobos —fascistas,
aun vestidos de seda
o con piel de cordero—
los que, según la raza
y el origen social
del agresor, conceden
aun más que el beneficio
de la duda a los suyos,
a los de su calaña,
y la condena cierta
—merecida, sin duda—
para los "diferentes".
Entretanto, para ellas,
vejadas, agredidas,
las víctimas, no suelen
hacer distingo alguno:
son todas unas putas
que, por ir provocando,
no tienen otra cosa
que lo que se merecen.


(Pero, además, nos mienten; 
los siete violadores 
de Manresa no son, 
como han asegurado
los fascistas de Vox, 
menores ni africanos.)

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