jueves, 11 de abril de 2019

Un mundo feliz


Fue a buscar la manzana
prohibida para darla
a morder a su amante.
El pecado, en aquellos
tiempos de inquisidores
de todos los demonios
y cosechas escasas,
era el único modo
de nutrir de manera
suficiente el estómago
y sobre todo el alma
—entiéndase esto último
despojado de todo
carácter religioso—.
Pero no había contado
con que justo la víspera
había entrado en vigor
una ley destinada
a potenciar la industria
fabril de los insípidos
alimentos sintéticos.
Y con cuánta premura
se perpetró por parte
de las autoridades
competentes la tala.
Así que no tuvieron
más opción que seguir
habitando en aquel
paraíso terrenal
ajeno a los placeres
y riesgos del pecado
de no acatar las normas
dictadas para el bien
del pueblo por los próceres
de aquel edén tasado.

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