El ruedo ibérico
De extrema necedad,
accederán en breve
y libres de complejos
al ruedo de la lidia
democrática. Esperan,
con la ayuda de Dios
y sus hordas de arcángeles
vengativos armados
con espadas de fuego,
hacer bien su labor
subalterna —dos buenos
tercios de banderillas
y de varas— a objeto
de que al diestro al que asisten
le resulte sencilla
la suerte del acero,
para así merecer,
a los ojos impíos
de la afición, llevarse
por trofeo a la par
que botín las orejas
y el rabo y la carroña
restante —que hasta el rabo,
según dicen aquellos
que entienden de cuestiones
taurinas, todo es toro.
Pues si, los debates electorales como una corrida de toros de pueblo pequeño, donde todo vale para hacer daño al candidato opuesto
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