viernes, 15 de marzo de 2019
Ocaso
Entre el estrépito caudal del cardo
creí oír una brizna
—¿creí o lo anhelaba?—
de silencio brotando
del cadáver sin mancha
de una rosa marchita.
Llegué incluso a sentir
sobre el hombro la mano
del viento del oeste,
con su fragancia a sal
balsámica y fecunda
alimentando el sueño
nutricio de un enjambre
cauteloso de abejas.
Pero era la canícula
y una plaga de insectos
oníricos venidos
de la región del llanto,
tiznaba de bramidos
del color de los duelos
la bóveda celeste.
Y de la rosa ahogada
por la aridez del cardo,
fluyó un humor espeso
con ese hedor a huevos
podridos que delata
al volcán y al sulfhídrico.
Y al despertar la nube
piroclástica estaba
mordiéndo mis talones.
Y la voz de Jim Morrison
resonó en mis adentros
fúnebre como el napalm.
"This is the end,
my only friend, the end."
Estupendo poema cargado de aciertos
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