Halago
De tus armas, la risa;
de tus vicios, la duda;
y, de entre tus virtudes,
aun ya sin una brizna
reseca de esperanza,
la ira irrefrenable
contra los que se nutren
de ir sembrando injusticias.
No parece gran cosa.
Pero si las conservas
y ejerces hasta el fin
de todo —que es lo mismo
que el origen: la nada—,
dirá de ti la historia
cotidiana que escupen
contra el viento los necios
sin escrúpulos, alma
ni criterio, que fuiste
un hijo puta. ¿Quién
podría imaginar
mejor halago que este
viniendo de estos perros?
Algo así parecido
querría que figurase
mañana en mi epitafio.
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