En un contexto, como el actual, de progresivo adelgazamiento de lo
público —operado mediante la minoración de los ingresos del Estado a
través de una bajada generalizada de impuestos a los privilegiados de
tal tenor, que no pueden ser compensados con el incremento de la presión
fiscal sobre los empobrecidos—, el poco modélico modelo del tren de
alta velocidad al servicio de las élites, siempre será incompatible con
un servicio de tren normal —que no lento— que dé satisfacción de un modo
digno a las necesidades de transporte del conjunto de la sociedad. Todo
esto viene de mucho tiempo atrás. Ya hubo hace mucho quienes lo
advirtieron con argumentos bien fundados. El tiempo, por desgracia, ha
venido a darles la razón.
Trenes para ricos y para pobres
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