No lo dice el periódico, pero hay un paisaje urbano en la Sevilla pobre y otra en la rica. Su frontera sanitaria hace que los habitantes de la primera mueran antes y los de la segunda sean más longevos.
Basta pasearse por las calles de los barrios pudientes para ver muchos octo y nonagenarios en sillas de ruedas o andadores acompañados por cuidadoras extranjeras. Y si se ponen malitos tienen a su disposición clínicas privadas y centros de atención primaria de pago, sin masificaciones y con una atención personalizada. La anciana de turno conoce el nombre de sus médicos especialistas, los de las compañías de seguros que cuidan de recetarles “medicamentos de marca”, no los de la subasta pública de carácter casi gratuito, donde dicen que hay mucha bazofia.
Por el contrario, los sevillanos pobres tienen solamente centros públicos de atención primaria donde a veces hacen colas desesperantes e interminables para luego disponer apenas de cinco minutos para que el médico de cabecera las recuerde la próxima vez. Hay mucho viejo viendo la tele todo el santo día o asomado al balcón de su casa, y algunos menos en los veladores de los bares jugando al dominó o a las cartas, sus principales distracciones. Y, si tienen fuerzas, van a centros públicos de atención de día a los mayores, para desayunar, practicar yoga y visitar a la podóloga.
(¢) Carlos Parejo Delgado.
La foto es muy chula. Feliz año 2019
ResponderEliminarFeliz también para ti.
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