lunes, 24 de diciembre de 2018

ABC Diario sevillano (3). (Carlos Parejo)


Los redactores del ABCDiario derriten toda clase de adjetivos calificativos elogiando que cada año Sevilla crece en cientos de miles de los turistas y visitantes, lo que significa riqueza, prosperidad y progreso. Incluso vaticinan que aún caben muchos más, miren Venecia, con veinte millones al año, cuatro veces más que en la Ciudad de María Santísima y de la Giralda.

Pero para sus adentros, algunos redactores están que trinan. Y es que recuerdan sus tiempos mozos en que estos mismos escenarios del casco antiguo hispalense les habían servido para el pandilleo juvenil y las primeras y tranquilas citas amorosas. Y al ver esta barahúnda, lloran de rabia por dentro.

Hoy sirvo de intérprete a su antiguo rey Al Mutamid, que ha salido del Alcázar a darse un paseo. Lo primero que me espeta, viendo las largas filas de turistas que quieren entrar en su casa es que: ¡No creamos tan grandes bellezas en Isbylia para llenarla a rebosar de transeúntes y que no la disfruten sus moradores!

Al llegar a la calle Mateos Gago se pregunta que están haciendo con los naranjos de entonces, y por qué ahora han enmacetado a los árboles urbanos - como ellos emparedaban a los falsos creyentes con tan lento martirio-.

Le explico que las autoridades municipales han decretado que la calle sea para los peatones, es decir, para los que caminan con sus pies. Y él me responde que entonces cómo es que pasan a cada instante coches blancos con lucecitas verdes (taxis) y silenciosos cochecitos amarillos con luces oscilantes en sus cabezas (vehículos de limpieza). Le respondo que son vehículos de servicio público autorizados a circular, y el me replica que le obligan a parapetarse una y otra vez entre los árboles reos y condenados por la nueva civilización urbana.

Le enseño lo que comenta el ABCdiario al respecto: ¡La calle Mateos Gago ha sido felizmente peatonalizada y permite ver ahora unas excelentes perspectivas de la Giralda y la Catedral! Y me mira incrédulo de cómo se las gastan los nuevos cronistas de la ciudad.

(¢) Carlos Parejo Delgado.

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