—El juecezuelo está desnudo —gritó, entre la muchedumbre, un tan cándido como demacrado impúber de familia proletaria.
—'¡Que le corten la cabeza!' —exigió de inmediato la Reina de Corazones, en tanto la princesa heredera por la Gracia de Dios y de una de las más firmes últimas voluntades del sanguinario dictador que había gobernado con mano dura aquellos pagos durante casi cuatro décadas, iba recitando como un autómata todos y cada uno de los artículos y disposiciones adicionales, transitorias y finales de la prostituida Carta Magna de aquella nada ejemplar Monarquía bananera al servicio de los intereses de la plutocracia.
—Un poco de misericordia, Majestad, os lo ruego. Bastará con arrancarle la lengua sin anestesia, para que no vuelva a perpetrar nunca más similar insolencia —terció un señor de Villanueva de los Castillejos, para más señas, Ministro emérito de Alcantarillados y al fondo a la derecha.
—ATTTTCHUUUUUSSSSS —estalló con inusitado estrépito el magistrado, visiblemente acatarrado de tanto pavonearse a la intemperie con el culo y la disfunción eréctil al aire.
—'¡Salvad a Barrabás! ¡Salvad a Barrabás!' —vociferaba el populacho.
—Pues yo empiezo a estar hasta las pelotas de decapitar a inocentes por el miserable salario que percibo. ¡Y sin derecho a huelga! Pa' que luego digan que los funcionarios vivimos del carajo —se quejó amargamente el verdugo.
—'En todo trabajo que se debe hacer, hay un elemento divertido. Encuéntralo y tu trabajo se convertirá en un juego' —lo consoló una señora muy agradable que pasaba por allí volando, sostenida en el aire gracias a un prodigioso paraguas de diseño clásico.
—¡Por qué no te callas! —exclamó, dirigiéndose al verdugo, un vejete muy campechano y 'colorao' de pegarle con fruición al 'moyate', abuelo de la princesa heredera y suegro de la Reina de Corazones.
—Lo siento, machos, me he equivocado, no volverá a ocurrir —masculló el juecezuelo, con los dedos índice y corazón de la mano derecha cruzados a la espalda.
(...)
Nada más se ha podido saber acerca de aquel inquietante y singular incidente. Según afirman los más longevos del lugar, algún cortesano de renombre, no identificado hasta la fecha, vertió todo el agua de la jofaina sobre el manuscrito que en vivo y en directo iba redactando el cronista oficial de la Corte, mientras se lavaba las manos, con lo que lo transcrito resultó del todo ilegible en sus capítulos finales. Aunque el desenlace es fácilmente imaginable. Porque la banca siempre gana y, aunque haberlos los ha habido, no suelen inviolables ni inquisidores acabar purgando sus muchos pecados en la hoguera.
Moraleja... ¡Lentejas!
Y ahora nos sale San Pablo Divorciado que con el alza del salariomínimose perderán80.000 puestos de trabajo, así que es mejor que sigamos pobres y calladitos
ResponderEliminar