(Breve tratado de anatomía política.)
"(...) se hace camino al andar."
Antonio Machado
Los dedos de los pies no tienen nombre.
Pobres seres anónimos, apéndices
articulados con el metatarso
y a los que los podólogos
identifican con un simple número
desde el uno hasta el cinco. Vaya agravio
comparativo con respecto a sus
altos y refinados parientes de las manos,
todos con nombre propio:
Anular, Corazón,
Pulgar, Meñique e Índice.
Todo esto viene a ser
muy similar a lo que ocurre
con el capitalismo:
los que están en la cúspide, sin peso
apenas que cargar, bien conocidos;
en tanto los de abajo,
aquellos que sostienen con su esfuerzo
el sistema, no son
más que un número, un cero
a la izquierda al servicio
de la derecha criminal y su codicia.
Por ello bien merecen
los dedos de los pies que les demos un nombre
que les haga justicia.
Al gordo, que es el uno
y el único que, al menos,
disfruta de un apodo por el cual
poder reconocerlo,
lo llamaremos Marx
-no confundir con Groucho.
Al dos, Thomas Sankara.
Ernesto 'Che' Guevara al tres. Al cuatro,
Roque Dalton. Y al cinco,
José Buenaventura
Durruti, ese anarquista
luchador y valiente
sin parangón alguno hasta la fecha
en la historia de España.
Y no olvidemos nunca que las revoluciones,
para serlo, se deben comenzar desde abajo,
continuar por abajo
y acabar su camino con los pies en el suelo,
en la tierra de todos
para todos, sin nadie
que decida el destino,
patrimonio de todos.
"¡Arriba, parias de la tierra!"
"Ni dios, ni amo."
Es muy oportuna y original la metáfora. Los obraros y asalariados son los pies con que los capitalistas caminan a sus anchas, sin notar el peso de sus cuerpos ni el crujir de sus amansadas fortunas milonarias
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