Cuando procedieron a la exhumación, su cadáver había desaparecido. "El que roba un cabrón, tiene cien años de perdón", pensaron para sus adentros con contenido regocijo los decentes. Otros lloraron la pérdida, con esa ternura ignominiosa e impropia que gastan los adictos a pervertir con inusitado sadismo la historia. Yo todavía despierto a veces de madrugada, ahogado por la risa.
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