miércoles, 17 de octubre de 2018
En la picota (XI)
con tuétanos de azogue
como estandarte marchan
marciales hacia el campo
de batalla
la grama
tiembla bajo los cascos
del más fiero centauro
los jinetes invocan
con sus cánticos sacros
un nuevo advenimiento
de la enana amarilla
el enemigo acecha
tras la sombra sin aire
de sus huesos
su sol
otra enana apagada
a miles de años luz
del mar y la caverna
es también del color
de un sueño consumido
antes del estallido
que expandió las astillas
llameantes del hueso
desde el útero fatuo
de la tiniebla en calma
tras las preces comienza
la hecatombe una lucha
en la que sólo habrán
de recrearse en las bilis
negras de la victoria
los canes de cincuenta
cabezas y los cuervos
ninguna guerra es santa
está escrito en la espina
sin rosa que desangra
los bramidos de un mar
de vidrio que se agita
ahogado de metralla
en su lecho sin viento
Hondo pesimismo transpiran los versos, como estar encerrado en una mazmorra esperando la guillotina
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