"Per tutti la morte ha uno sguardo."
Cesare Pavese
Abres los ojos. Es temprano. Aún
las calles duermen. Sueñan
que son limpias, que esperan
un pingajo de luz para ofrendar
la miga de sus sueños
a todo aquel que ansíe
soñar sueños sin ogros
en redor de un caldero
de sangre puesto al fuego
en mitad del invierno.
Abres los ojos. Miras
a las calles que sueñan, que se sueñan
abiertas, amplias, pródigas.
Pero el insomnio tiene
olfato de elefante: apesta a orín de rata.
Barajas dos opciones:
dulcificar la náusea
o ensombrecer el verbo.
Optas por la primera
y te detiene el asco.
La segunda no se halla
a tu alcance. No puede
tiznarse de tinieblas
aquello que no es más
que un aquelarre de ogros
que abren los ojos, miran
en su interior o afuera
de su insomnio y se ven
a merced del vacío.
Aquí nunca amanece. ¿Qué es poesía?
Vomitas y transcribes
la crónica textual
que en silencio te dictan
lo pútrido y el frío.
Los primeros versos son tan agradables como dulces, luego viene la naúsea de la rata y el poema se vuelve tétrico
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