Viene el fascista bocazas y muy rancio señoritingo andaluz José Manuel Soto a hablar de las dos Españas, en relación con el aniversario del asesinato de Federico Garcia Lorca, con ese desparpajo desvergonzado e ignominioso de los que, para justificar los crímenes del franquismo, utilizan el argumento falaz de la equidistancia y atribuyen el estallido de la guerra del 36 a una disparatada suerte de fatal generación espontánea. "Tal día como hoy, hace 82 años, mataron a Federico Garcia Lorca, en esa escabechina de odio irracional que se apoderó de las dos Españas", afirma Soto, manipulando y desvirtuando la verdad y utilizando de manera espuria la figura del universal poeta granadino. Porque el odio no se apoderó de las dos España, el odio y, más allá de este, el terror lo sembraron Franco, Queipo de Llano, Millán Astray y toda aquella caterva de golpistas y sanguinarios fascistas, que, en representación de la España más rancia, "la España de charanga y pandereta, cerrado y sacristía, devota de Frascuelo y de María, de espíritu burlón y de alma quieta", arremetieron contra la del cincel y de la maza, la implacable y redentora, la de la rabia y de la idea. Esas y no otras fueron entonces y siguen hoy siendo las dos Españas, una moderna, inteligente y democrática, la de Lorca y Machado; y otra, la del nacionalcatolicismo asesino y Soto, cavernícola, inquisitorial y fascista. La España que pretende sumir para siempre en las cunetas y fosas comunes del olvido a los ajusticiados por el Régimen, y la que sigue exigiendo verdad, memoria, reparación y justicia. La España de los que "donde hay vino, beben vino; donde no hay vino, agua fresca"; y aquella otra de los que a cada paso que dan van apestando la tierra. Por todo ello se equivoca el fascista Soto cuando afirma que lo de menos es dónde estén los huesos de Federico. Porque, como dejó escrito José Ángel Valente refiriéndose a García Lorca, "Él ya no es él (...). Es el nombre que toma la memoria, no extinguible, de todos."
Muy maniqueista ves el mundo dela Guerra Civil. Allí hubo gente apurada entre dos bandos también. Y gente pacífica que no quería guarra ninguna...
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