lunes, 2 de julio de 2018

Paisajes huelváticos (4). Las dunas móviles de Doñana (Parte primera) (Carlos Parejo)



Suavemente y hacia el interior, la playa de Castilla va dando paso a los trenes de arenosas dunas. Más que la literatura viajera, ha sido la literatura ambientalista desarrollada desde principios del siglo veinte la que mejor ha dado a conocer esta tipología de paisaje de incalculable interés geológico.

Veamos su origen: Antiguamente las playas de Doñana estaban ribeteadas por un bosque costero de sabinas y enebros. El hombre lo fue destruyendo, así como a la vegetación del entorno. A principios del siglo XVIII el Duque de Medina Sidonia (propietario de estas tierras) inició su repoblación con pinos. Desde entonces se libra una callada y espectacular batalla de ocupación entre la orilla del mar y la marisma. Desde el sur, los trenes de dunas avanzan impulsados por el viento. Del otro lado, el pinar ha ido progresando y enseñoreándose de estas tierras.

Ante el avance de las dunas los pinares han aprendido a nacer, crecer y morir sepultados por las arenas, para nuevamente revivir gracias a sus semillas, una vez pasado el avance de la duna. Si queremos formarnos una idea de sus dimensiones, se encuentra aquí el sistema dunar más completo de toda Europa, con dunas que alcanzan anchuras de hasta ocho kilómetros en los que se suceden seis trenes de dunas consecutivos…

Oigamos la voz de ALONSO MIURA, REGLA. Flora y paisaje en Doñana. 1987: “Cuando el viento ondula o riza las superficies, agita las plantas creando un ritmo variable; el movimiento de la arena ante las pisadas, el ambiente hostil, árido y abrasivo, el entorno sonoro, otorgan dimensiones inéditas a la percepción de las dunas. Pocos son los que no se asombran con el mayor de los contrastes plásticos de estas tierras. En ese moverse de las dunas, en esos árboles condenados que apenas se inmutan ante la catarata de arenas, en esa impotencia de no poder controlar nada, se resumen muchas de las esencias de esta tierra. Un mundo inmutable, formado por cientos de elementos cambiantes.”

Y es que los trenes dunares tienen un lento ritmo evolutivo o vital. Se parecen al tiempo en que avanzan tan despacio y de modo tan inapelable como él. Son como seres vivos que nacen de un grano de arena y crecen hasta hacerse gigantes. Y se mueven reptando como culebras.

(¢) Carlos Parejo Delgado.

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