Digamos
Digamos que tuviste
la suerte de los débiles.
Caíste sobre la lona
igual que un peso muerto,
y aquí sigues; sonado,
tullido, balbuciente,
pero a pesar de todo
y aun sabiendo que al cabo
de la cuenta de diez
no te habrás levantado,
engullendo con ansias
el aire que te falta,
fuerte en la aversidad
irremediable, vivo.
Hay perdedores que resisten hasta el límite de sus fuerzas
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