El tiempo que perdimos nos precede
cegando el horizonte, vomitando
tierra y deseos quemados, silenciando
lustre y rumor del viento, yendo adrede
a la distancia justa que procede
para que nuestro estar sea el memorando
de un ser que no existió y se fue dejando
sus ansias en la sed del no se puede.
Los pasos que no dimos nos amputan
las alas cuando somos aún oruga
cuyo vuelo nonato se disputan
Cronos y Hades; espectro que, a la fuga,
se arrastra en pesadillas que no mutan
falena que a las ramas se conjuga.
(La emboscada.)
Pero los pasos que distes te han hecho un ser concienciado de las miserias parlamentarias y de las izquierdas, en las bellezas de la poesía, etc. qué panorama tan distinto al de aquel baloncentista universitario que fuistes
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