Bajo eso tan espantoso que eufemísticamente denominamos suicidio, subyace enmascarada y siempre al acecho una alimaña inmisericorde y sanguinaria. La alimaña del asesinato que, con premeditación y alevosía, perpetra este sistema alienante e inhumano de manera cotidiana contra aquellos que agotaron su capacidad para continuar sufriéndolo. Todos, unos más y otros menos, somos sin excepción sus víctimas potenciales, y todos, sin excepción, sus cómplices. La alimaña se llama capitalismo y nuestra complicidad, indolencia.
Esta es la casa, perdón, esta era la chabola de Alpha Sissogo, un muchacho de Gambia que se suicidó la semana pasada sin motivo aparente. Puede que pasara hambre, puede que perdiera el derecho a la residencia cuando se traslado de Italia a España en busca de trabajo, puede que lo rechazaran cada mañana en la plaza del pueblo para ir a trabajar. Pero a pesar de todos los contratiempos, Alpha se construyó su chabola con una puerta blanca a la sombra de un árbol y comenzó desde cero sin luz, sin agua, sin trabajo, sin derechos, invisible, como mano de obra barata en túneles de plástico con 50 grados de temperatura para sacar muchos kilos de fresa en un tiempo récord. Pero se suicidó sin motivo aparente.
Tengo varias fotos de Alpha ahorcado cerca de su casa, pero no quiero herir nuestras putas sensibilidades. Nuestras putas sensibilidades de blanquitos de Occidente que convivimos con la esclavitud del siglo XXI sin que se nos mueva ni un solo pelo. Podemos seguir entonando nuestros putos valores de convivencia, nuestro puto estado de derecho de nuestro puto Occidente. Pero eso no nos curará de nuestra puta enajenación.
Esta tarde hemos hecho un pequeño homenaje a Alpha junto a sus compañeros donde se ha leído un texto denunciando la situación de los trabajadores inmigrantes y se ha guardado un minuto de silencio.
Que la tierra te sea leve.
Pepa Suárez
Descanse en paz
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