lunes, 26 de marzo de 2018

El proceso


(Tragicomedia bufa en un breve y único acto, atribuida al dramaturgo polaco Fran Carca)

ACTO ÚNICO Y BREVE

¡Camarero, champán! ¡Camarero, champa-a-án!

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CARLISTO (monarblicano y parado de larga duración, mayor de 55 años.)

MOLIBDENO (Anarcotraficante de año sabático –tres y un día, más concretamente-, de permiso de fin de semana por buen comportamiento.)

CIUTTI (Camarero sordomudo y autónomo de la hostelería más cutre que se pueda imaginar.)

Taberna la Audiencia, en una pequeña pedanía de la profunda Tabarnia. CARLISTO, apoyado en la barra, consume su séptimo cubata de ron cubano con Coca Cola yanqui (la gente, macho, que bebe unas cosas...); y CIUTTI, tan lacónico como de costumbre, a lo suyo. Entra MOLIBDENO.

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MOLIBDENO. ¿Cómo están ustedeeeees?

CARLISTO. No me sea vuesa merced payaso y véngase aquí a celebrar conmigo.

MOLIBDENO. ¿A celebrar? ¿Y qué cojones ha ocurrido como para celebrar? ¿Es que Tabarnia va bien? ¿Brotes verdes? ¿Raíces vigorosas? ¿Cuánto peor, mejor?

CARLISTO. ¡Coño, veo que no se ha enterado! Los alemanes, que han detenido al Puigdemont de las narices.

MOLIBDENO. Siendo así, celebremos. ¡Ciutti, una de cava!

CARLISTO. Aquí sólo sirven champán; el cava, pa’ los secesionistas y otras gentes de mal vivir y peor beber. Y no le pidas nada a Ciutti cuando está de espaldas, que no se entera.

MOLIBDENO. Es que no se da la vuelta ni a la de tres, el puñetero.

CARLISTO. Tírale con un chocho.

(Carlisto tira un chocho bien gordo a la calva de Ciutti, que, sonriente y en actitud servicial, se da la vuelta de inmediato. Usando el lenguaje de signos lo exhorta a servir una botella de champán francés, valga la redundancia, en copas de fino y delicado cristal de Murano. Ciutti sirve el champán, y sigue de su corazón a sus asuntos.)

MOLIBDENO. En cualquier caso, tampoco hay tanto que celebrar; se dice que lo han soltao rápido y sin fianza ni otras medidas cautelares de peso como, por ejemplo, que dé su palabra de honor de que jamás de los jamases intentará fuga alguna.

CARLISTO. Que no, hombre, que al que han soltao ha sío al Urdangarín.

MOLIBDENO. ¿El Urdangarín? ¿Y ese quién pollas es?

CARLISTO. Coño, el vasco aquel que jugaba al voleibol y pegó el braguetazo con la hermana del Preparao. Ya sabes, el de la camisita y el canesú y la sangre azul consorte corriendo con desbocada avaricia por sus venas.

MOLIBDENO. ¡Ah, ese! Putos vascos y putos secesionistas catalanes con esos apellidos tan raros. Ya les podrían haber puesto Pérez y Rodríguez, que así no hay quien puñetas se entere. Pero, bueno, celebremos, que tampoco vamos a romper el encanto por un quítame allá esas pajas.

CARLISTO. Chinchín.

MOLIBDENO. Chinchín. Y, ahora, si a usted no le parece mal, nos podríamos exiliar juntos una temporadita.

CARLISTO. ¿Exiliarnos? ¿Por qué arcano motivo, amigo mío?

MOLIBDENO. No sea que les dé el avenate unionista a nuestras fuerzas de seguridad y nos detengan y tiren luego la llave.

CARLISTO. ¿Detenernos? ¿Por qué?

MOLIBDENO. Por ser unos mentirosos, malvados y peligrosos y no podernos controlar. Bueno, y por tener la sangre roja.

CARLISTO. ¡Ah, entonces, vale! Exiliémonos, pues. Pero sin mariconeos.

(Entra la policía a saco y le revienta de un descomunal porrazo la chola a Molibdeno, mientras Carlisto, escurridizo como vulgar Desesperanza Aguirre, consigue escapar por la puerta de atrás, decidido a solicitar asilo político en Nueva Caledonia, una vez esta haya alcanzado su ansiada independencia de la República gabacha por la gracia de Dios. Cae el telón, decapitando a Ciutti, en tanto comienza a sonar La Marsellesa -que a falta de negros pa’ palmarla en cualquier momento de la trama, buenos son camareros sordomudos sospechosos de albergar ideas independentistas y que, pa' tratar de disimular, sirven champán francés en lugar de cava.)

FIN

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