España es esa gran nación y Estado aconfesional (pero de boquilla) en el que cuatro ministros (entre ellos el de Educación, Cultura y Deporte, ahí es nada) se permiten, ejerciendo de autoridades, plantarse en un acto religioso castrense (que también manda huevos la composición), y mostrarnos sin ápice de rubor alguno su aterrador ramalazo necrófilo entonando "El novio de la muerte": nacionalcatolicismo en estado puro en la Una, Grande y Libre. Y el pueblo, enfervorecido, aplaudiendo el advenimiento del neofascismo de charanga y pandereta que todavía a algunas nos continúa helando el corazón. Que alguien me pase un canuto bien cargado.
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Están teniendo mucho protagonismo está Semana Santa. En Málaga, en Palafolls. Dicen ser los novios de la muerte (difícil encontrar algo tan tétrico y espantoso), y los medios de manipulación masiva los llaman "caballeros". Pero son los mismos que ayer cantaban "Yo prefiero tener un perro a tener una mujer porque el perro ladra que ladra y la mujer ladrona es".
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Cumpliendo con la tradición, remachan sin excepción todas las televisiones patrias, para hacer referencia al acto religioso castrense de "caballeros" legionarios procesionando al Cristo de la Buena Muerte. Y uno, que tiende a asociar los términos ancestral y tradición, no cae en la cuenta de que la que nos ocupa no es tan ancestral ya que fue instaurada, siendo rey Alfonso XIII, durante la Dictadura de Primo de Rivera (años 20 del pasado siglo) y llevada a los altares años más tarde por el franquismo.
Pues ahí los tienes buscan votos conservadores populístamente y con fervor patrio
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