Cada vez que preguntas en público por qué los ateos no renuncian a los días de vacaciones a los que, porque así aparece estipulado en el calendario laboral, suelen tener derecho los trabajadores coincidiendo con las Navidades o la Semana Santa, una grulla se hace el harakiri bajo la Cúpula de Genbaku, y un montón de gente no puede evitar pensar que, indiscutiblemente, eres un gilipollas irrecuperable para la sociedad.
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