miércoles, 21 de febrero de 2018
La hoguera de las vanidades
Lo afirman con vehemencia los voceros
del sistema y es cierto; los estudios
humanísticos —bellas artes, literatura,
filosofía, historia
y demás nimiedades— no son útiles
en esta sociedad subordinada
al totalitarismo de la técnica
y en la que lo que cuenta son las cuentas
de resultados —el haber y el debe—
de las corporaciones financieras,
siempre socializando, con la anuencia
de los poderes públicos, su debe,
en tanto que el haber acaba siempre
en las manos de aquellos que más tienen.
Y esto es así; las cosas
son como son, nos dicen, y así deben
permanecer in sécula
seculórum, amén.
Y a fin de mantener este beatífico
statu quo resulta
en todo punto contraproducente
leer a Roque Dalton, Blas de Otero,
Antonio Gramsci, Marta
Harnecker, Rosa Luxemburgo, Mike
Davis o a cualquier otro
pensador que viniendo a cuestionar
de algún modo el sistema nos hiciese
caer en la tentación
de empezar a pensar por nuestra cuenta.
De modo que debiéramos
ser ciudadanos probos y exigir con urgencia
la purificación, el exterminio
en la hoguera de todos estos falsos saberes
que están poniendo en riesgo nuestro próvido
e inmejorable modo de vida americano.
Rogad a Dios, hermanos, que así sea.
Debido al ajuste presupuestario las humanidades pasan al último plano para estudiantes, universidades y ayuntamientos hasta nueva orden, dicta el gran capital
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