domingo, 4 de febrero de 2018

Érase una vez, en un país como Dios manda... (1). Hoy: Valtònyc


En Esperpentaña no hay presos por motivos políticos. Porque no son tal cosa aquellos radicales con cuernos y rabo, venidos de las profundidades del Hades, a los que el Santo Oficio enchirona por el imperdonable pecado de cantarle rapeando las cuarenta en bastos al emérito campechano, que, como todo quisquirimundi sabe por ciencia infusa, es un dechado de virtudes inviolable y sin mácula. Salvo contadas excepciones, nunca me ha gustado el rap, "que me den música country, country." ¡VIVA EL RAP!  Antes prefiero a un mal rapero, pin pan pin pan pin pan a las tres de la madrugada en el piso de arriba,  que a mil buenos Borbones (nótese la maestría del que suscribe manejando el oxímoron). Bueeeeeno, vaaaaale, lo booooorro; lo siento mucho, me he equivocado, no volverá a ocurrir.

(De la serie: Apliquen electrodos en los cataplines a Oriol Junqueras.)

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