Mundo, demonio y carne
Se detiene un gorrión en el alféizar
del sueño de una noche de verano
y come las migajas de pan tierno
dejadas a manera de reclamo.
Mas no obra el resultado apetecido
el burdo e inocente trampantojo;
es invierno y la bolsa de aire frío
procedente del Ártico presagia
un súbito y seguro hedor a carne
de pájaro abatido por el vértigo
que inflige haber de optar por jaula o vuelo.
E irrumpe, con la aurora, la vigilia
como hacha de verdugo sobre el tálamo:
los gatos de la calle están de fiesta.
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