miércoles, 10 de enero de 2018

La mordaza


El eco del silencio
es un polvo menudo
de cellisca y amianto;
se mete en los pulmones
y pudre los alveolos
cianóticos con aires
de espesa calma chicha
en mitad del océano.
Pero todo es arena
―¡arena, arena, arena
sin oasis ni desierto!―,
coágulos como témpanos
creciendo en las regiones
donde impera, sin nadie
que lo atienda, el lamento.
El eco del silencio
está hecho de sosiego
impuesto por decreto,
de cavernas sin boca
anegadas de eclipses,
de muñones hundidos
hasta el cuello en el gélido
lodazal del destiempo,
de ansias amordazadas,
de renuncia y espanto,
de poemas prematuros
que murieron naciendo...
Odio esta paz de escarcha
más fría que el cadáver
del aullido post mortem
de un pájaro de fuego.

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