Escribir un poema
Escribir un poema
es algo parecido a practicar una autopsia.
Se coloca el cadáver
de un sueño malogrado
encima de una mesa o una piedra
negra para la ofrenda en sacrificio
de angustias, frustraciones y fracasos,
y se procede a abrirle el pecho, el cráneo,
a la toma de muestras de tejidos,
a buscar huesos rotos,
lesiones en los órganos vitales,
sustancias deletéreas o nocivas
en la sangre, las fosas nasales, el estómago,
hasta determinar con precisión
las causas de la muerte.
Luego se cose todo y se maquilla
y, sin buscar culpables,
se mete en una bolsa de plástico y se entierra
en un lugar maldito, a ser posible
sin mármol ni epitafio.
Asi pues, los poetas son como forenses de sentimientos y emociones, elemental querido Watson de Nerva. Y bella foto...
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