Con el culo al aire
¡AGUA, que viene Sofía!;
y se fue la amante al agua,
arrojada sin piragua,
manguitos ni cortesía.
¿Fue un acto de cobardía
impropia de un soberano
simpático y campechano,
o, en fin, un desliz de nada
que disculpó la botada
a la mar, lo más a mano?
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