Recien acaba de despuntar uno de los más fríos días del más crudo de los inviernos, cuando un sujeto, con más mala cara que Alicia Sánchez Camacho la noche del 21 D, sale a la puerta de su lujoso chalé en las afueras y le dice a su hermano de odiseas deportivas que tiene un gripazo del copón de la baraja y que se puede ir metiendo la piragua por donde amargan los pepinos. Pero su hermano de batallas, que hace años sufre en silencio unas hemorroides de un tamaño incluso superior al de una mamba negra gran reserva, le responde: "Ah, no, quien se va a meter entre pecho y espalda este milagro antigripal que acabo de adquirir en la farmafia de guardia y muy señor mío, eres tú, pedazo de gaznápiro, amén de quejica hipocondríaco y pusilánime." Y ahí los tienen a los dos, sólo tres diezmillonésimas de segundo después, con las pupilas hiperdilatadas y una sonrisa de oreja a oreja, dando paladas como descosidos en las gélidas aguas de un río de montaña de cuyo nombre no puedo acordarme.
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Relato cachondo de cómo el convertirse en un olimpic man se convierte en distracción principal de la burguesía del siglo XXI en sus vacaciones, pese a lo que pese...
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