Ayer
falleció una señora -D.E.P.- cuyos únicos "méritos" fueron ser la hija
de un mamarracho dictador y genocida y haberse dedicado al ignominioso
mantenimiento de su repugnante memoria, así como al disfrute de su
ilegítimo legado patrimonial. Y ayer las televisiones patrias estuvieron
hablando de ella con una neutralidad pusilánime y pasmosa, cuando no
con admiración, y de su ingente patrimonio como si no hubiese sido
producto de varias décadas de crimen y saqueo; un patrimonio que ya hace
tiempo debiera haber pasado a manos del Estado y puesto al servicio del
pueblo. Quién dijo que España no es diferente.
Las familias de los dictadores de larga vida en casi todos los países del Mundo se acaban convirtiendo en familias ricas y respetadas, a pesar de su pasado. Sólo las revoluciones populares acaban borrándolas del mapa de la gente poderosa...
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