Hace ya demasiado tiempo, acaso desde no mucho después de iniciarse aquella etapa de nuestra historia reciente a la que dimos en denominar "Transición", desde que, en España, los medios de manipulación masiva interesada, que vienen a ser la mayoría, dejaron de informar acerca de los procesos electorales, para dedicarse a hacer campaña; desde que, en lugar de ocuparse en la difusión de información veraz y contrastada, se han lanzado a la sucia arena del adoctrinamiento idiotizante y sectario del pueblo en favor del único poder verdadero, la mano de hierro que les da de comer. La derecha, huelga decirlo. Así, el llamado cuarto poder ha terminado por fusionarse con la informe y purulenta amalgama de cartón piedra en la que hoy se confunden amancebados de manera aberrante y pavorosa el legislativo, el ejecutivo y el judicial. Pero, tal vez como consecuencia de las febriles alucinaciones que nos provoca nuestra "urnadicción" patológica, continuamos empecinados en dar a este monstruo pavoroso el nombre de democracia. Y no, no lo es.
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