Soneto a contratiempo
Sacando, a veces, fuerzas de flaqueza,
vistiendo su armadura, acude a verte
―fue blando desde siempre, tú eres fuerte:
azor, diamante cian, dura belleza.
Y escala a uñas y dientes, con torpeza
los muros de tu alcázar, trepa a muerte
y nunca llega y cae, qué hosca suerte
la suya, a un foso henchido de maleza.
Y, en tanto sangra, sueña delirante
con que el azar le otorgue, apto, un instante
para ir a verte a pecho descubierto,
sin vértigo ni astenia, en campo abierto...
Mas se desvela y sigue ―oh, contratiempo―
preso en el laberinto del destiempo.
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