¡Castañas pìlongas!

Castaña es una gran nación y los castañoricenses muy alcornoques y mucho quercus suber que cuanto mejor, peor, porque no se sabe bien si piensan antes de hablar o hablan tras pensar. Eso sí, al contrario de lo que les ocurre con el agua, que cae del cielo sin que sepan muy bien por qué, a los castañoricenses les gustan los catalanes porque hacen cosas. It's very difficult todo esto. ¡Viva el vino! Fin de la cita.

NOTA DEL PARIDOR: Aclarar que, en realidad, por más que, como recurso de retórica surredadaísta, en él se mencione a la bicha (que como todo demonio o ángel con o sin sexo o vulva o pene puede adoptar muchas y muy diversas fisionomías —a saber: Cataluña, Messi, sardana, urna, fuet o pan tumaca, entre otros), este es un texto sin meollo y que en ningún caso pretendía referirse a meollo alguno ni casi a ningún otro u otros. Apuntar, eso sí, que aunque no fue parido con tal vocación, vistas acullá algunas que otras reacciones al respecto, el progenitor de la criatura se está pensando patentarlo como sensibilímetro, que igual así se termina forrando y puede ver cumplido su gran sueño de huir lejos del capitalismo yéndome a morar a una paradisíaca isla de la Micronesia de su propiedad exclusiva y equipada con todas las comodidades propias de un magnate del coltán, la venta de minas antipersona o la trata de blancas, negras, amarillas y cobrizas. En fin, para terminar, decir (por enésima, pero última vez) que el susodicho padre de la cordera está firmemente convencido de que votar nunca está de más, así como de que la ley en raras ocasiones es sinónimo de justicia y, por tanto, rebelarse ante las normas que castran en su soberanía y posibilidades emancipatorias a los pueblos, es un sano ejercicio democrático. Por último, confesar también por última vez, que al humilde paridor sin epidural ni fórceps del texto castañero, también le gustaría, cómo no, independizarse de esta España de charanga, pandereta, latrocinios, mano dura, borbones y mordazas. ¡Viva el Betis!