Manejan la jauría
como si el hombre lobo
para el hombre no fuese
más que un ángel armado
de una espada de fuego
velando por los justos.
Y nutren al licántropo
sin alma con la sangre
de vestales paganas.
"Nunca muerdas la mano
que te da de comer"
-es la lección que tratan
de inculcar a la bestia.
Pero domar las llamas
del vacío es asunto
propio de tragafuegos
con corazón de acróbata,
y a los sumos pontífices
del látigo y el frío
nunca les fue otorgado
el don del equilibrio.
Así que más temprano
que tarde el hombre lobo
dominante alzará
sus garras reclamando
hacerse con el mando.
Y correrá la sangre
y aplaudiremos todos
su victoria aun sabiendo
que no ha de cambiar nada.
¿Nos gobiernos lobos, o políticos, es decir, funcionarios ambiciosos deseosos de progresar económicamente medrando del erario público?
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