miércoles, 5 de julio de 2017

Contradicciones

No es fácil conjugar el hecho de sentirse internacionalista con el de creer firmemente en el derecho de autodeterminación que debería asistir a todos y cada uno de los pueblos de este pequeño y emputecido planeta perdido en la inmensidad del universo; el firme convencimiento de que los nacionalismos —ya tengan estos carácter centrífugo o centrípeto—y las fronteras restan, con tener que acabar admitiendo que si un pueblo determinado decide establecerlas, está en su derecho de abundar en el error que suele suponer fraguar muros en lugar de tender puentes; el creer que sólo la anarquía nos puede salvar del caos, con aceptar el nacimiento de nuevos estados con sus correspondientes instituciones de gobierno al servicio de las mafias del totalitarismo financiero. No es fácil, no. Ni dios ni patria ni rey ni patronos ni patriarcas ni jerarcas ni banderas ni tanto circo y domadores por doquier y a todas horas: ese es el lema. No obstante, dado el detestable estado actual del mundo, con sus malditas guerras donde nunca es el amor la empresa, sus hambrunas y sus ahogados tratando de escapar de la pertinaz gazuza, su avanzado estado de descomposición y declive hacia una catástrofe climática sin precedentes desde que la especie humana habita en ella, debo admitir que, entre mis prioridades a corto y medio plazo, no se hallan ni la unidad de España ni la autodeterminación y posible independencia de Catalunya ni —como paso previo y necesario para un mundo libertario— el advenimiento y consolidación de una internacional obrera a la que la del capital le lleva a cada momento que pasa más y más vueltas de ventaja. Sí, todos estos asuntos, hoy por hoy, podríamos decir, más que nada para tratar de entendernos, que me la traen al fresco. Pero, pese a todo, uno ha nacido donde ha nacido y no puede evitar tener su tierno corazoncito, al igual que el de José Ángel Valente, mucho más lugareño que patriota. Y es por ello que me jode, rejode y requetejode que el pueblo de Catalunya pudiese contar con una república propia antes que los españolitos venidos al mundo sin que en ningún momento hasta la fecha nos haya guardado Dios alguno. Así que invoco con vehemencia a Rajoy, Pedro Sánchez, el Ibex 35 y hasta a la veneradísima Virgen del Rocío, ¡y que viva la Blanca Paloma!, para que bajo concepto alguno tal aberración sea permitida. ¡Adelantémonos, señores! Adelantémonos a la jugada de Puigdemont y compañía, y convoquemos un referéndum español, muy español y mucho español para conocer si los pueblos de la Una, Grande y Libre deseamos un estado republicano en lugar de esta monarquía decadente y anacrónica que a alguno que otro aún nos sigue helando el corazón.

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